Esa
eran las palabras de Babbe la abuelita de Mónica.
“Emigrar
dejándolo todo es sumamente difícil.
Y el
hambre aprieta en todo sentido.
A
pesar de eso son todos héroes resurgidos, conectados al deseo de la vida , como
un canto susurrado que los acompaña de
por vida.
Dicen
que la verdad duele ...pero una vez que se la atraviesa el dolor se transforma
en profundo amor”.
Mónica
Siniawski
Conocí
a Mónica en la escuela secundaria, corrían los años 74, 75.
Empecé
a cursar en la Escuela Nacional de Quilmes. Y fue muy rápida la conexión y
comunicación con Mónica y su familia.
Recuerdo
a la Babbe, la abuela de Mónica, era una señora muy discreta, silenciosa y
sonriente.
Vivía
en la planta baja de la casa familiar y resurge en mi memoria un jardín
pequeñito y lleno de rosas, rojas, rosadas, y amarillas.
Recuerdo
sus ojos sabios y luminosos, cada vez que la encontraba me decía su frase
maravillosa :
“que
siempre en tu vida encuentres un camino de rosas sin espinas”.
Recuerdo
cuando la Babbe partió… se subió su alma a un trencito con todas sus rosas, y
eligió a Mónica a su presencia para saludarla y decirle hasta Mañana.
Después
de años y durante mi inmigración. El saludo con Monimo como la llamo yo, es siempre:
“hasta mañana”, porque la conexión de nuestros corazones es y siempre será
infinita, entrelazada como en el hilo rojo, esa historia japonesa que cuentan en el lejano
y cercano oriente .
Recuerdo
mi partida a Italia, todas mis amigas en el aeropuerto y Silvia la hermana de Mónica
que con sus piecitos zapateaba en el
piso del aeropuerto “…. CLAU cuando llegues hace así con tus
piecitos que vamos a estar conectadas”. Silvia, maravilloso ser, amiga y colega
que vive siempre en mi corazón.
Esta
tarde encontré una foto de los padres de Monimo, Sofía y Samuel.
Sofi y
Sami la foca loca, cómo simpáticamente lo había coronado Mónica.
Sofía
era una mujer alta y delgada, con sus ojos azules que te robaban el alma.
Cálida, directa, cocinera estupenda y organizadora de toda la política
familiar. Wow que dolor su partida.
Sami
era mi ídolo, pediatra, un médico excelente. Si me viene una palabra para
definir su ser es la ética con pies. En este mundo complicado y a veces
absurdo. Sami tenía siempre una sonrisa, era los cimientos de esa casa
familiar, y familiar para mi tan familiar, tan FAMILIA, con las letras mayúsculas.
Samuel
había atravesado la Europa, cuando tenía apenas un año de vida, en los brazos
de su mamá. Abrazado en ese amor que le enseñó la lucha de la vida solo a
través del amor.
Estudio
y trabajó duramente viviendo en conventillos y metiendo sus pies con sus botas
de goma en el profundo barro de las villas miserias, para ir a curar niños.
Creo
en Quilmes la Clínico del Niño y siguió curando toda su vida niños, era como
querer curar y dar la posibilidad a todos esos niños que no la tenían. Pensaba
seguramente a que había salvado su vida y su misión de Pediatra fue
maravillosa.
Afloran
hoy estos recuerdos en mí y quiero rendir este pequeño homenaje a todos estos
seres humanos, queridos y amados que forman parte de mi historia.
Un
pedacito de historia que Mónica nos cuenta: “… Mis abuelos paternos vivían en
Polonia. Allí nació mi papá.
Pasaron
la 1° guerra mundial con tíos y primos asesinados y tirados en fosas comunes .
Este
era un tema recurrente en mi papá.
Lo afligía
muchísimo!
Nació
en 1923.
Mi
abuelo materno Abraham vino escapando de Ucrania , con toda su familia, en
plena revolución del zar.
Pasaron
hambre en toda su travesía . A tal punto que
Rosa, su hermana más pequeña que en aquel tiempo era bebé , quedó con
artrosis de por vida por el raquitismo que padeció.
Abraham
nació en 1910.
Ésta
es la historia de miles y miles de inmigrantes.
Muy
muy dura!.
Pero
supieron forjarse un porvenir con mucha honra y valentía…”
Gracias,
Gracias, Gracias.
Mónica
Sami
Sofi
Silvia
Y a
las respectivas familias de Mónica y Silvia. Un gracias inmenso de haber
estado, de estar y de continuar a estar en esta vida tan maravillosa que nos
toca vivir todos los días.
© Fotografía de Micaela González.